jueves, 16 de julio de 2009

Mucha producción poética, pero poco consumo

Rodolfo Alonso, poeta, traductor y ensayista argentino, ex director y actual asesor del Paseo Cultural Quinta Trabucco en Florida, acaba de dar una interesante idea.
Se trata de un “impuesto”, para aplicar a quienes editen un libro de poemas: el compromiso de comprar durante un año, a razón de uno por mes, doce libros de poesías.

La idea, de quien nos deleita habitualmente con sus poesías en este blog (publicada el 11 de julio en el suplemento cultural “Ñ”), deriva de una realidad: son más los títulos de autores locales que se editan que el total de libros de poesía vendidos.
En general, la edición en nuestro país de un libro de poemas es financiada por el propio autor, y su escasa tirada ni siquiera circula; “…resulta de hecho apabullante la cantidad de libros de poesía que se publica”, afirma el autor.
Para Alonso, en este momento además “ya casi no se ejerce crítica literaria digna de ese nombre…” Además no existen personalidades que puedan ser ejemplo en ese terreno, dice, y agrega: se suceden las presentaciones y los nombres, la concurrencia casi siempre es por amistad o parentesco, los juicios que se dan a conocer en los medios son “siempre parejamente laudatorios”. Y más aún. Los libreros se niegan a recibir “ni siquiera en consignación algún libro de poesía (…) argumentando que eso no se lee, que eso no se vende, que eso no tiene salida.”
El poeta cree que existe una preferencia por producir poesía antes que consumirla, pero aún en esa actitud egocéntrica advierte como positivo “que cierta imagen ancestral del ser poeta sigue perdurando en el inconsciente colectivo, casi atávicamente, como modelo deseable, aunque ya no tenga entre nosotros ninguna vigencia digamos pública.”
La proposición concreta es: “que a toda persona interesada en publicar un nuevo libro de poemas se le aplique un impuesto, consistente en el compromiso ineludible de adquirir durante un año, a razón de uno por mes, otros doce libros de poesía argentina, a su libre elección.”
Y concluye Rodolfo Alonso en que las consecuencias pueden ser positivas: “o bien produciremos una drástica reacción en la como vimos inflacionaria aparición de libros de poesía, o bien obtendremos un radical aumento en su circulación, con el consiguiente progreso no sólo cultural y aún estético, sino inclusive industrial y comercial.”

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