miércoles, 14 de octubre de 2009

Rodolfo Alonso: "La poesía es una pregunta, un camino"

El poeta Rodolfo Alonso es vecino de Olivos. Ensayista, premio nacional de poesía junto a Juan Gelman, publicó más de 20 libros y fue traductor de Fernando Pessoa, Ungaretti, Pavese, Éluard, Drummond de Andrade, Prévert, Apollinaire, Manuel Bandeira, Baudelaire, Valéry, Mallarmé y André Breton, entre otros. Editado en varios países como Bélgica, España, México, Francia, Brasil, Italia y Cuba y premiado en otros tantos, en esta nota habla sobre el fenómeno de la autoedición, la industria cultural y su antología traducida al italiano, «Il rumore del mondo», que a partir de este mes presentará en Roma, Florencia y Trieste.


-Editores y libreros coinciden con que abundan los que se le animan a la poesía…
-Es ser abogado del diablo. Cuando yo empecé, era muy joven, la poesía era la más difícil de todas. En el país en una época no había muchos, había los grandes poetas. Todo eso ha desaparecido a consecuencia de la sociedad de consumo y del espectáculo, que modificó profundamente pautas sociales y económicas y por lo tanto pautas culturales. Estamos en la cultura del shopping; en realidad se llama centro comercial. Es como una enorme socialización, pero en realidad es mentira, porque compra el que tiene plata. La poesía, además, tiene que ver con el lenguaje (piensa), con los sentimientos y con la memoria, entonces implica muchas cosas. Probablemente, como consecuencia de esta sociedad, tan masificante y abrumadora, la gente siga teniendo necesidad de expresar su individualidad y manifestarse.

-¿También será que no hay tanta teoría que exija escribir de tal o cual manera?
-Hay mucha teoría en los medios académicos y universitarios, a veces demasiada, pura teoría. La poesía no es un género que tenga mercado económico, ni cultural. En la facultad de Letras no es lo más estudiado. Se la usa, a veces, cuando vienen modas de lingüística, el psicoanálisis lacaniano, por ejemplo. Se la enfoca desde otra disciplina. El problema de editar, bueno, si nadie compra nadie va a editar. Yo en broma escribí un artículo que al final publicaron

-¡Ah… sí! ¿Cómo era la propuesta?
-Cada poeta al presentar un libro debería comprar durante un año, digamos…ocho, y si hace una presentación tres más. Era una forma de decir las cosas con humor. Por un lado está muy bien el intentar expresarse, es loable, pero al mismo tiempo que se tome conciencia de que (la poesía) es un arte, un acto exigente. Es como la cirugía, la matemática, la educación, la salud. Uno quiere que el médico que lo vaya a operar sea el mejor del mundo, no el más simpático o el que más vende. Misteriosamente siempre hay gente que lee.

-¿El avance de las tecnologías promueve esta proliferación?
-Cada vez que hubo, en la historia de la humanidad, cualquier descubrimiento tecnológico, técnico, modificó la sociedad y por lo tanto la cultura, entendida como la manera de vivir; también el arte. A lo largo de los siglos la humanidad ha podido digerir esos cambios, humanizarlos. Ahora se ha instalado la sociedad de consumo, desde la década del ´20 y sobre todo después de finales de la segunda guerra mundial, y después se ensambló con la aparición de los grandes medios audiovisuales de difusión.

-La comunicación masiva...
-No, no es comunicación, sino difusión masiva. Y ahí apareció lo que se llama la sociedad del espectáculo, en la cual estamos. Esto crece de tal manera que sí hubo una mutación de la misma condición humana. El que no se para a pensar no se da cuenta del costo. Hablamos del costo desde el punto de vista ecologista. Esto que vemos del cambio climático, no creo que sea una locura de la naturaleza. Son consecuencias de errores humanos. Esa ceguera del dinero y el poder que lleva a no tomar en cuenta la tierra, el cielo, lo que respiramos. Los árboles no solo son bellos sino que nos dan la vida...

-¿Cómo se da esta afectación?
-El lenguaje no es como una cuchara, un instrumento que se puede mejorar. Es lo que nos constituye como seres humanos. No lo usamos: somos lenguaje. Entonces sí, algo lo está afectando. No aquella idea de las viejas academias que decían que hay que hablar bien. Si no, esa capacidad espontánea creadora del lenguaje del pueblo, de la comunidad. Yo lo viví de chico. Había dichos que surgían de abajo, no de la universidad o de la academia. El diccionario filtraba las cosas que salían de la vida. Antes era de abajo hacia arriba. Como el folklore, la canción popular. Pero hace varias décadas, y se ha intensificado en estos momentos, aparece la industria cultural y la contradicción: que es de arriba hacia abajo. Produce cosas pseudoculturales para vender masivamente.

-¿La palabra es un emergente?
-El poema ha sido siempre como una botella que se echa al mar. Primero, porque no sólo para los otros, también para uno mismo. Todos en algún momento, no sé en esta época, pero en mi adolescencia cuando se descubría el cuerpo de uno, la salida de la niñez, la sociedad, el mundo, se hacía grandes preguntas uno mismo, que, a veces, no se animaba a decirle a nadie y se las preguntaba uno, y uno mismo no las podía responder. Yo veo que la poesía no es una fórmula, ni un dogma ni una receta. Es muy difícil definirla. Es una pregunta, un camino.

-Pregunta o camino, dan idea de búsqueda.
-Antes, dentro de un contexto que no era tan masivo, había tendencias, movimientos, revistas literarias, grupos. La gente se daba a conocer no aisladamente sino en grupos, en corrientes estéticas, ideológicas, políticas, sociales, entonces se encontraban ámbitos de tendencia. Esto desapareció. Había polémicas muy fuertes. Yo mismo vengo de una revista de vanguardia, Poesía Buenos Aires. Cuando apareció decían: «eso no es poesía». Hoy esto no ocurre más porque total todo vale.

-Una deuda de lo que vino con la modernidad…
-Esto no está en una gran academia sino en el tango, Cambalache, de Enrique Santos Discépolo, que dice «nada es mejor todo es igual» y lo dice en 1935 como una crítica. Y lo cito porque es un poeta popular. Le llevaba años la elaboración, trabajo, escribir esas letras. En los años 40 es cuando el tango canción florece. Las últimas grandes letras son de Homero Manzi, Discépolo, Cadícamo, Expósito; todos grandes escritores. Las aliteraciones. Los cantores tienen que esforzarse al cantar porque hay toda una música en el verso, no es cualquier cosa. Y esto es poesía popular. Había un oído en el auditorio también. Esos tangos que son irónicos y en broma, se tomaban muy en serio. Yo digo: está bien que traten de escribir, pero tomen conciencia de que es una cosa seria.

-¿La palabra ha perdido el valor político?
-Siempre en política las palabras han sido utilizadas. Son históricas, se devalúan. Tenían un origen al comienzo y después evolucionan: democracia, socialismo… Liberal en una época era un movimiento revolucionario que enfrentaba a la monarquía absoluta y hoy es una mala palabra. En realidad, hasta antes de este mundo de la pantalla, el político era un orador. En el Congreso, por los años 40, 50, la gente iba a oírlos y había grandes oradores, Alfredo Palacios, Lisandro de la Torre, Mario Bravo, Carlos Pellegrini, eran tipos que se preparaban para dar una arenga. Esto es lo bueno que ha ocurrido últimamente con el debate por la ley de medios audiovisuales. Yo me pasé horas oyendo, se notaba gente con otra formación, con capacidad de elaborar ideas. Heráclito de Efeso dice que la retórica, que es el dominio de la oratoria, es el arte de conducir a la batalla.

-¿Va a Italia presentar «Il rumore del mondo»?
-Para mi es muy emocionante porque aunque no tengo sangre italiana soy -lo digo en broma pero es en serio- italiano vocacional. Quizás por haber nacido en Buenos Aires que en ese momento eran más los italianos inmigrantes que gallegos. Tengo afinidad con la lengua latina. Traduzco del portugués, del italiano y del francés. Italiano nunca estudié; aprendí por ósmosis. Portugués si porque mi infancia fue bilingüe gallego y castellano en casa, y portugués, que era la misma lengua en la edad media. Pero son todas lenguas latinas, romances. Siempre sentí una gran admiración por Italia, la poesía, la cultura, la política italiana de pos guerra (ahora no que es un desastre), el cine italiano, la canción. A mí me tocó traducir a grandes poetas italianos: Guiseppe Ungaretti, Cesare Pavese.

-¿Cómo fue el trabajo con la traductora?
-Sara Pagnini estuvo acá varios meses. Nos veíamos mucho. Le di muchos libros. Tiene oído, no solo para la lengua, habla perfectamente castellano y portugués. Yo la respetaba. Estaba muy impactada.

-¿Se siente mejor como traductor o traducido?
-Ser traducido es más fácil (risas)…y más halagador. No es habitual. Yo tuve bastante suerte, últimamente me publicaron en muchos lados y ahora sale uno en Inglaterra. Es difícil la traducción; yo traduzco…Hay palabras que tienen un sonido, una acentuación, el italiano como el castellano tienen la posibilidad o el defecto de la grandilocuencia, la verborragia, pero al mismo tiempo hay toda una gran poesía que está concentrada, Siempre hay que perder algo. El poeta francés Paul Valery ha dicho «un poema es una oscilación entre sonido y sentido» y Noam Chomsky, que es un gran lingüista dijo después: «Toda lengua no es sino cierta relación entre sonido y sentido». Y esto no está quieto, está en movimiento y además cada uno lo hace diferente
-¿Al lector qué le puede decir?
-No me lo puedo imaginar. Hago como si no existiera. Si no me quedaría mudo. Aterrorizado. Ésta (la del poeta) no es una actividad con boletería, que uno sabe cuantas entradas vendió o que tiene aplausos al final. De repente, hablando de la obra, uno tiene la suerte de que le lleguen de vuelta… ¿Qué le puedo decir al lector? Nada. Hay tantos diferentes. Uno también es lector. Nada. Gracias y que tenga piedad, hospitalidad, y que sea exigente.

-¿Y al escritor?
-Que hay que animarse pero tener conciencia de que es una cosa seria…

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