jueves, 1 de abril de 2010

El cuento: del origen a la actualidad (19) por Roberto Brey

19

“Arte por el arte”



La polémica sobre el compromiso del escritor con la sociedad siempre estuvo presente en ámbitos literarios y políticos, pero particularmente cobró fuerza con el surgimiento y desarrollo de las ideas socialistas en el siglo XIX. Los pensadores de la época tuvieron mucho para polemizar y las controversias no sólo perduraron durante gran parte del siglo XX, como puede leerse en la apología que realiza Nabokov -refiriéndose a Pushkin- acerca de la absoluta prescindencia del artista, sino que tuvo infinidad de variantes de todo tipo, que hasta el día de hoy se presta a distintos análisis.
No es la intención de estas notas profundizar en ello, pero es interesante conocer cómo se vivía esta polémica en el siglo XIX en Rusia.

Justamente con el título de “El arte y la vida social”, el pensador Jorge (Gueorgui Valentínovich) Plejanov (1856-1918) lo analizaba así en el año 1912:

“Unos decían y dicen: el hombre no ha sido hecho para el sábado, sino el sábado para el hombre; la sociedad no ha sido hecha para el artista, sino el artista para la sociedad. El arte debe contribuir al desarrollo de la conciencia humana, al mejoramiento del régimen social.
Otros rechazan de plano esta opinión. Según ellos, el arte es un objetivo en sí; convertirlo en un medio de alcanzar otros objetivos ajenos a él, aunque sean los más nobles, equivale a rebajar el mérito de la obra de arte.”


Plejanov, uno de los introductores del marxismo en Rusia, y partidario de un arte que participe en el cambio social, destaca en el primer grupo a los que serían los más famosos críticos de mediados del siglo XIX en Rusia, Belinski, Chernichevski y Dobroliúbov. Ellos creían que el arte “consiste en reproducir la vida y enjuiciar sus fenómenos”. Y cita a un famoso poeta ruso de esa época, Nekrasov quien en uno de sus versos dice:

“…No ha muerto Dios en el alma de los hombres,
Y los sollozos de un corazón creyente
Siempre serán escuchados por ella,
Sé un ciudadano, y sirviendo al arte,
Vive para el bien de tu prójimo,
Somete tu genio a un sentimiento
De amor a todo el universo.”

(Fragmento de “El poeta y el ciudadano”)

Por otro lado, Plejanov compara esta concepción a la de Pushkin, quien en sus poesías le responde a quienes le exigen al poeta que mejore las costumbres de los hombres:

¡Fuera! Al pacífico poeta
Nada podéis importarle.
Quedad petrificados en el vicio,
La voz de la lira no os despertará.
Sois repulsivos como una tumba;
Por vuestra estulticia y maldad
Habéis tenido hasta ahora
Vergajos, ergástulas y cadalsos.
¿Qué más queréis esclavos insensatos?


Más claro, imposible. Es el pensamiento de alguien que no soporta que le digan cuál es el papel que debe jugar el escritor o el artista; y así define Pushkin la misión del poeta:

No hemos nacido para la agitación de la vida
Ni para el combate o la ambición;
Hemos nacido para la inspiración,
Para las oraciones y las dulces melodías.
(De “El poeta y la multitud”)


“Aquí tenemos la llamada teoría del arte por el arte en su expresión más nítida”, dice Plejanov. Sin embargo él -que fue un hombre capaz de oponerse a Vladimir Ilich Lenin, el líder máximo de la Revolución Rusa, en plena etapa revolucionaria, y a pesar de ello Lenin lo siguió considerando un maestro-, en una vuelta de tuerca, obliga a ver las cosas desde otro punto de vista al recordar al poeta en su oda, “Libertad”:

¡Ay! Dondequiera que dirijo la mirada,
Látigos por todas partes, por todas partes cadenas,
La ignominia de leyes nefandas,
Lágrimas impotentes de esclavitud;
Por todas partes el poder arbitrario
En la tenebrosa noche de los prejuicios…

Plejanov recuerda entonces, que en diciembre de 1825 se produjo un quiebre luego de la derrota de los llamados “decembristas”, los aristócratas revolucionarios que se levantaron contra la autocracia zarista y fueron severamente reprimidos. Y explica que el paso de una poesía que se rebelaba contra la esclavitud (todavía existía el régimen de la servidumbre) hacia otra que proclamaba el “arte puro”, era una forma que tenía Pushkin de evitar que lo usara el poder zarista.

Después de la derrota desaparecieron físicamente los elementos más cultos y avanzados de la sociedad, y con la ascensión al trono de Nicolás I, la degradación de la alta sociedad fue más notoria. Plejanov explica así esa situación:

“En Rusia está muy difundida la enternecedora leyenda de que, en 1826, Nicolás I ‘perdonó’ generosamente a Pushkin sus ‘juveniles devaneos’ políticos y se convirtió en su magnánimo protector”. En los hechos, cuenta Plejanov, lo hicieron víctima de humillaciones sin nombre. El jefe de la gendarmería, un tal Bekendorf, que vigilaba de cerca al poeta por orden del zar, le informa a éste en una carta de 1827: “Pushkin, después de haber hablado conmigo, expresó en el club inglés gran entusiasmo por Vuestra Majestad y obligó a las personas que comían con él a brindar por la salud de Vuestra Majestad. No por eso deja de ser un pícaro redomado, pero si logramos dirigir su pluma y sus palabras, ello será de utilidad”.

Incluso luego de la muerte de Pushkin, Nicolás se lamenta por las grandes obras que “podría” haber escrito, y no por las grandes obras que ya había escrito. Esperaba loas, exaltaciones patrióticas, lecciones morales, bajo la tutela policial.

Es triste imaginar al poeta, luego de la derrota, de la muerte, el exilio y la cárcel de los amigos que más quería, tener que vivir bajo un régimen de vigilancia, donde se esperaba de él el servilismo de un cortesano y el aporte de su “arte” para utilidad del despótico régimen. Acaso ahora sonarían de otra manera esos versos:
¡Fuera! Al pacífico poeta
Nada podéis importarle…

Seguramente no era al humilde campesinado sufriente al que Pushkin se dirigía, sino a sus carceleros que lo obligaban a doblegar su pluma y sofocar, a favor del sistema, el verdadero espíritu libre que anidaba en su alma.


Plejanov (1856-1918)
Arrestado varias veces por el zarismo por sus ideas y publicaciones, en 1880 debió exiliarse y se convirtió en un narodnik, dirigente del grupo Tierra y Libertad, entró en contacto con el movimiento social-demócrata de Europa occidental. Allí se dedicó al estudio de las obras de Marx y Engels, lo que lo hizo romper con el populismo ruso y se convirtió en marxista. En 1883, en Suiza, fundó junto con Vera Zasúlich y León Deutsch el grupo Emancipación del Trabajo, que se encargó de propagar el marxismo entre los revolucionarios rusos. En un momento tuvo una estrecha colaboración con Lenin y se unió al Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, hasta que rompió con él en 1917. Además de sus escritos sobre estética, una de sus obras fundamentales de la clandestinidad fue: La concepción monista de la historia.

Ir al capítulo 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11/12 13 14 15 16 17 18

No hay comentarios: