jueves, 19 de agosto de 2010

El cuento: origen y desarrollo (39) por Roberto Brey

39
Rudyard Kipling

(1865-1936)

Nació en Bombay (India) donde su padre, un talentoso dibujante, tenía a su cargo la conservación del museo de Lahore; a los seis años fue enviado a Inglaterra para estudiar en un colegio destinado a hijos de funcionarios, donde se inicia en la literatura. Esa etapa, alejado de su familia, sería recordada con gran tristeza en su autobiografía (“Algo de mí mismo”1937).

En 1882 vuelve a su país de nacimiento e inicia una carrera dentro del periodismo, en La Gaceta Civil y Militar de Lahore, a la cual Kipling llamaba «Mi primer amante y el amor más verdadero». En el periódico, que aparecía seis días por semana escribía mucho y con verdadera pasión. Por esos años publica su primera colección de versos, Cantinelas departamentales, hasta que le pidieron que redactara pequeños cuentos, que serían incluidos en el periódico. Así aparecerían “Cuentos de las colinas” (1886) y “Tres soldados” (1888).

Luego de un período en Estados Unidos, Kipling regresa a Inglaterra, donde fue recibido como el ‘poeta del imperio’. Ya había escrito “El libro del Selva”, poemas y novelas, además de cuentos para niños, que lo convirtieron en una celebridad, y que en 1907 le permite recibir el premio Nobel de Literatura.

Virginia Erhart lo ubica como un “prosista de una minuciosa artesanía”. “Por sobre todas las cosas –dice- sabía contar una anécdota y hacerla por igual vigorosa y fascinante…”
Naturalista y pintoresco, “Kipling estaba profundamente convencido del valor que poseen el orden, los principios de autoridad, y jerarquía, la solidez del imperialismo británico, nociones que estaban directamente inspiradas por su experiencia en la India abigarrada y tumultuosa y por las doctrinas masónicas a las que adhirió desde la juventud”, cuenta Erhart.

Considerado fundamentalmente como cuentista, “El rey de Kafiristán” es una de los relatos más perfectos según el juicio de la crítica.
Pero la obra novelística de Kipling le dio gran notoriedad. “Gunga Din” (1892), “El libro de la Selva” (1894), “Capitanes intrépidos” (1896), fueron algunas de sus historias llevadas al cine con gran éxito.

Borges no se cansó de elogiar a Kipling y lo consideraba uno de sus preferidos. Lo tradujo y acaso lo mejoró, en algunos de sus cuentos. En el prólogo de una de sus traducciones escribió:

“La esencial grandeza de Kipling ha sido oscurecida por algunas circunstancias
adversas. Kipling reveló el Imperio Británico a una Inglaterra diferente y quizá
un poco hostil. Wells y Shaw, socialistas, miraron con alguna extrañeza a ese
imprevisto joven que les mandaba un vago Indostán y que predicaba que el Imperio
es el deber y el fardo del hombre blanco. Fatalmente incurrieron en el error de
juzgar a ese hombre genial por sus opiniones políticas. Ese mal ejemplo tiene
hoy muchos seguidores; es común oír hablar de literatura comprometida.”

Entrevistado y entrevistador
Quien haya leído con atención estas reseñas, tal vez recuerde que se mencionó una entrevista que Kipling le realizó a Mark Twain (y también habrá leído que ambos fueron periodistas por mucho tiempo). En 1989 Kipling viaja a Estados Unidos, uno de los tantos trabajos periodísticos que realiza es esa entrevista a Twain, y a fin de año vuelve a Inglaterra para consagrarse definitivamente. Esos artículos se reunieron en “From sea to sea” (De mar a mar) en ese mismo año. En la entrevista, Kipling deja ver claramente la profunda admiración que un joven de 24 años siente por el escritor de 54, al que le cuesta llegar y de quien dice: “prestad atención a las palabras del oráculo, transmitidas a través de tan indigno mediador. Jamás podréis imaginar el largo y lento fluir de su acento, la insondable gravedad de su rostro, el fascinante desenfado de su cuerpo, con una pierna pasada por sobre uno de los brazos del sillón, la pipa amarilla colgada de la comisura de la boca y la mano derecha acariciando casualmente su cuadrada barbilla.”

Curiosamente, en muy poco tiempo Kipling desarrolló una fobia muy grande hacia los reportajes. Tal es así que tres años después, en 1892, un periodista de The Sunday Herald de Boston lo entrevista, y la primera frase de la nota es un textual: “Sí, soy un patán grosero, y a mucha honra. No me importa. Quiero que la gente lo sepa”.

En descargo de Kipling puede decirse que junto a su esposa norteamericana habían construido una mansión en Vermont (USA), en una propiedad de su suegro, y que uno de sus cuñados estaba litigando con él (con amenazas de muerte de por medio). A todo eso no fue ajena la prensa, ya que le fue suministrada una historia del escritor por su pariente, que provocó un escándalo local. (Cualquier parecido con la actualidad no es casual). La entrevista, primero negada, luego concedida a disgusto, fue tensa, con filosos ataques entre los interlocutores y, el párrafo final de Kipling, por lo menos el publicado en el periódico, fue: “En fin, escriba lo que quiera. Déle alas a su imaginación. Publique su cansina palabrería en las columnas traseras del dominical de su periódico y la gente se la tragará con el café del desayuno, igual que hace con la demás basura. Hoy en día no se publica otra cosa. Diga que soy un grosero, al fin y al cabo es la verdad, a ver si la gente se entera y me deja en paz.”

El jardinero puede leerse en:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/kipling/jardine.htm
Georgie Porgie en:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/kipling/georgie.htm
La Casa de los Deseos en:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/kipling/casa.htm
El cuento más hermoso del mundo en:
http://ebooks.noctis.com.ar/archivos/Joseph%20Rudyard%20Kipling%20-%20El%20Cuento%20mas%20Hermoso%20del%20Mundo.htm

Por ahora abandonamos a los escritores ingleses, para retomarlos un poco más adelante, cuando avancemos ya hacia el fin del siglo XIX y empecemos a ver la nueva literatura que va creciendo a principios del XX en Inglaterra, con Conrad, entre otros, y en Rusia, en Francia y en EE. UU., con cuentistas que anticiparían nuevas líneas narrativas, nuevas corrientes, que tendrán gran influencia en el género y en toda la literatura, y en diversas disciplinas artísticas, como el naciente cinematógrafo, que tantas similitudes guarda con el cuento.

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