jueves, 30 de septiembre de 2010

El cuento: origen y desarrollo (45) por Roberto Brey

45

Los tejedores de Silesia

Tal vez la postura crítica y participativa de Heine frente a los acontecimientos de la vida que lo rodearon, se sintetice en una de sus poesías más radicales: “Los tejedores de Silesia”.

Alrededor del 1844, en plena época de la llamada “Revolución Industrial” en el centro de Europa, la expansión fabril era imparable, y junto con ella la explotación a la que eran sometidos los trabajadores, miembros de una clase nueva, el “proletariado”, que había nacido y se desarrollaba en la medida en que se afianzaba el capitalismo en el orbe. Todavía se estaba lejos de las luchas que en todo el mundo se desarrollarían con mayor fuerza en defensa de las ocho horas de trabajo y un trato humanitario a principios del siglo XX. Por la época de Heine los derechos laborales no existían y las jornadas eran de sol a sol, sin descanso ni consideración de ninguna especie.

En Alemania en particular, a medida que avanzaban las fábricas, crecía el número de obreros y los habitantes de las ciudades se multiplicaban. Sólo durante la juventud de Heine, por ejemplo, la población de Berlín creció en un 80 por ciento y el aumento mayor se dio en las industrias minera y textil. Por entonces, Alemania estaba sensiblemente menos desarrollada que Inglaterra y Francia, donde ya la industria había crecido, junto con el número de obreros y también su organización política. Al decir de Federico Engels (1820-1895): “La clase obrera alemana iba en el desarrollo social y político tan a la zaga de la clase obrera de Inglaterra y Francia como la burguesía alemana de la de estos dos países”.

En Alemania, por ejemplo, todavía era mayoritaria la población de trabajadores a domicilio -con respecto a los fabriles-, que todavía no habían roto con el trabajo del campo.
Si los trabajadores fabriles trabajaban entre 14 y 16 horas y el pago era mínimo y a veces en mercaderías, la situación de los trabajadores domiciliarios era todavía peor. Recién en 1833 surge un grupo que trata de mejorar la situación de esclavitud con un nombre que lo dice todo: “La liga de los miserables”.

Ese clima de tremenda opresión y miseria dio como resultado insurrecciones, cuyo antecedente mayor fue el de la ciudad de Silesia, donde los tejedores no sólo eran explotados, sino que además debían pagar un impuesto al terrateniente por dejarlos tejer, entre otras obligaciones. Pero esta situación, si es posible, empeoraba con la llegada de nuevas y más avanzadas maquinarias, y eran cada vez más los casos de muerte por inanición. A comienzo de junio de 1844 la indignación estalló al fin, en una canción que se hizo popular: “El juicio sangriento”. Un obrero que la cantaba fue apaleado y detenido y los obreros del lugar fueron a pedir aumento de salarios al fabricante local. El patrón, soberbio e indignado los echó, pero debió huir raudamente a otro pueblo cuando los obreros reaccionaron quemando su casa y marchando a otras empresas vecinas.

El gobierno envió tropas, que en principio mataron 11 insurrectos y dejaron numerosos heridos. Pero los trabajadores aprendieron la lección, contraatacaron e hicieron huir a las tropas. Finalmente el gobierno envió varias unidades militares, con lo que hubo matanzas, detenciones y torturas. Ese episodio, considerado históricamente como el comienzo de la organización de los obreros alemanes, se desparramó como aceite por todo Alemania y recibió la adhesión de todos los trabajadores del país, con motines, huelgas y la consigna “Vivan los tejedores de Silesia”.

Fue allí que Heinrich Heine escribe su famosa canción, donde maldice al dios, al rey y a la patria y llama a enterrar a Alemania con el sudario que le tejían los trabajadores de Silesia:

Die Schlesischen Weber

Im düstern Auge keine Träne
Sie sitzen am Webstuhl und fletschen die Zähne:
Deutschland, wir weben dein Leichentuch,
Wir weben hinein den dreifachen Fluch -
Wir weben, wir weben!

Ein Fluch dem Gotte, zu dem wir gebeten
In Winterskälte und Hungersnöten;
Wir haben vergebens gehofft und geharrt -
Wir weben, wir weben!

Ein Fluch dem König, dem König der Reichen,
Den unser Elend nicht konnte erweichen
Der den letzten Groschen von uns erpreßt
Und uns wie Hunde erschiessen läßt -
Wir weben, wir weben!

Ein Fluch dem falschen Vaterlande,
Wir nur gedeihen Schmach und Schande,
Wo jede Blume früh geknickt,
Wo Fäulnis und Moder den Wurm erquickt -
Wir weben, wir weben!

Das Schiffchen fliegt, der Webstuhl kracht,
Wir weben emsig Tag und Nacht -
Altdeutschland, wir weben dein Leichentuch,
Wir weben hinein den dreifachen Fluch,
Wir weben, wir weben!

Heinrich Heine


Los Tejedores de Silesia

Sin lágrima en el ceño duro
Están junto al telar y aprietan los dientes:
Alemania, tejemos tu sudario,
Y en él la triple maldición.
Tejemos, tejemos.

Maldito el ídolo al que impetramos
En fríos de invierno y angustias de hambre,
En vano creímos y le miramos,
Nos ha vendido, nos ha engañado.
Tejemos, tejemos.

Maldito el rey, el rey de los ricos,
Que no ablandó nuestra miseria,
Que nos arranca lo que sudamos,
Que como perros nos manda matar.
Tejemos, tejemos.

Maldita sea la patria falsa,
Para nosotros humillación,
Siega temprana de toda flor,
Festín podrido de los gusanos.
Tejemos, tejemos

Cruje el telar, la lanzadera vuela,
Siempre tejemos, de día y de noche,
Vieja Alemania, es tu sudario,
Y en él la triple maldición.
Tejemos, tejemos.

Traducción al español de Manuel Sacristán Luzón.
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