martes, 21 de diciembre de 2010

Primer premio en el concurso de relatos del Bicentenario del Parlamento de la Tercera Edad

La misiva del Portero
de Mónica Corbella

Santa María de los Buenos Ayres, 30 de mayo de 1.810.

Estimado don Rafael de Gómez y Cano:
Espero, querido amigo, que cuando recibas esta carta todos ustedes gocen de la buena salud. Por estos días, en Buenos Ayres respiramos un clima de efervescencia y agitación. Tú sabes que trabajo como Portero en el Cabildo de la Metrópoli y me ha tocado vivir, la jornada del 22 de mayo, una reunión que me ha dejado perplejo.

Como aquel día en la Península, cuando la Carmencita me miró profundo a los ojos y me susurró al oído que estaba enamorada de mí. Así han quedado de mareados los pensamientos en mi cabeza, que no es una cabeza dotada por el Creador, mas bien soy un burro de voluntad y tesón, que un adelantado de las ideas. Pero me ha tocado oír los discursos mas fervientes y temerarios en aras de lo que algunos Patriotas llaman “la libertad del Virreynato del Río de la Plata”.

Por la mañanita se reunieron en el Cabildo curas, abogados, doctores, militares, vecinos, alcaldes y gran parte de los criollos principales que habían llegado al puerto para averiguar qué era lo que estaba pasando. Algunas otras personas, muchas en realidad, se juntaron en la Plaza bajo la organización de los señores French y Beruti, mas conocidos como los Chisperos que les repartían armas y cintas blancas y rojas. Durante la jornada trataban de impedir que pasaran invitados realistas que no eran leales a la causa de la revuelta.

Las autoridades del Ayuntamiento pensaron que el grupo iba a tardar muchas horas en deliberar, ya que llegaron doce carretillas con escaños de la iglesia Catedral, la de Santo Domingo y algunas otras, y, por la tarde, iluminaron todos los faroles con velas mientras compartían bizcochos, chocolates y vino.

Nunca pensé ver tan cerquita a los hombres importantes peleando por sus ideas. De a ratos comían y bebían para recuperar la energía. Como cuando niños, Rafa, corríamos entre las vacas y luego teníamos que parar para volver a llenar de aire nuestros pulmones.

Voy al punto. El propósito de la congregación era decidir si el Virrey Cisneros tenía que seguir o no en su cargo. Como nuestro Rey Fernando está preso, las gentes hablaban de alguna forma nueva de mando, ya que él no puede gobernarnos desde el destierro.

El señor Obispo Benito de Lué y Riega fue el primero en hablar. Lo que dijo me sonó raro. Expuso que mientras hubiera un solo español libre en la tierra, debíamos seguir obedeciendo a España.


¡Hostia, que batahola se armó! Varios se sintieron irrespetados. Un abogado llamado Castelli fue el elegido para contestarle. Al comienzo habló un poco nervioso, pero luego hizo gala de esa manera tan linda y categórica que tiene para exponer. Repetía con ahínco que la soberanía había pasado a manos del pueblo de Buenos Ayres, ya que no existía más España en cabeza del Rey Fernando VII.

Castelli habló más y más lindo de lo que recuerdo, pero el Fiscal Villota le replicó que no tenían la facultad de decidir esta cuestión, sino que tendrían que ser las gentes de todos los pueblos del Virreynato las que opinaran. Castelli pareció dudar, pero entonces apareció en la reunión un hombre que aclaró todos los pensamientos de los dubitativos entre los cuales estaba yo: Juan José Paso.

Explicó con claridad que la Metrópoli no podía esperar a que representantes de todos los pueblos converjan en ésta y decidan qué hacer. El tema era por demás urgente a causa de la situación de la Península y también por estar Francia amezándonos.

Propició con las palabras justas la creación de una Junta Provisoria formada por Diputados de las provincias para gobernar a nombre de nuestro Rey, y vi llorar a varios hombres duros a causa de la emoción que los embargó mientras lo escucharon. Como cuando decidimos con la Carmencita subirnos al navío lleno de indeseables y fortalecernos noche a noche frente a nuestras angustias en pos de poder crecer.

Eso fue lo que este simple español sintió el día 22 de mayo en el Cabildo. No lograron convencerme otras voces de estar desobedeciendo a la Madre Patria, y mucho menos que reconociera en mí algún tipo de desagradecimiento.

He querido contarte mis vivencias de este día para que no pienses que me olvidé de ti y de nuestra España. Al contrario Rafael, después de oír hablar a tantos hombres justos desde los huesos, te relato esto con nuevos bríos. Como cuando nació el Josecito y fue un día lindo de sol en estas tierras generosas. Entonces lo tomé como una señal. Hoy también.

Dicen que esto es el comienzo de la “La Revolución”. Lo que sea que fuera Rafael, me siento distinto. Como hombre nuevo y libre. Valiente y arrojado. Ciudadano en vez de súbdito.
Me despido. Deseo que el esfuerzo de estos hombres dé frutos y no perezca en manos viles.

Dios me dé los días de vida suficientes para ver nacer a la Patria de los Criollos.

S.S.S.

Antonio Fernando Ruiz Díaz

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