martes, 30 de octubre de 2012

Lina Meruane ganó el Premio Sor Juana Inés de la Cruz

Según informa la editorial Eterna Cadencia, Lina Meruane ganó el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, por su novela Sangre en el ojo.
(Lea el comentario)

• La joven chilena Lina Meruane, internacionalmente reconocida como una de las escritoras más impactantes del momento, recibirá el premio Sor Juana Inés de la Cruz por su novela Sangre en el ojo, "una novela sobrecogedora, formalmente arrojada […], que equilibra con gran talento la búsqueda de un lenguaje personal con la seducción narrativa".

• Por ser dueña de “una prosa intimista, rigurosa, que plantea y resuelve continuos retos verbales y estéticos”, el jurado integrado por los escritores Yolanda Arroyo Pizarro, Antonio Ortuño y Cristina Rivera Garza decidió otorgar hoy el XX Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz a la escritora chilena Lina Meruane, por su novela Sangre en el ojo (Eterna Cadencia, 2012). La narradora recibirá el galardón, dotado con diez mil dólares, el 28 de noviembre en la 26 Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

• El galardón, uno de los más prestigiosos en lengua española, es un reconocimiento al trabajo literario de las mujeres en el mundo hispano instituido en 1993, que premia a la autora de una novela publicada originalmente en español.         
     
Lina Meruane nació en Santiago de Chile en 1970. Es escritora y ensayista. Su obra de ficción incluye los relatos de Las infantas (1998, reeditado en 2010 por Eterna Cadencia), así como las novelas Póstuma (2000), traducida al portugués en 2001, Cercada (2000) y Fruta podrida (2007), además de numerosos cuentos publicados en diversas antologías y revistas en español, inglés, alemán y francés. Asimismo, ha recibido becas de escritura del Fondo de Desarrollo de las Artes de Chile, de la Fundación Guggenheim y de la National Endowment for the Arts. En 2006 obtuvo el premio del Consejo Nacional de la Cultura y de las Artes de Chile a la mejor novela inédita conFruta podrida. En 2011 ganó el premio Anna Seghers. Actualmente, enseña Literatura y Cultura Latinoamericana en el Liberal Studies Program y da talleres en el Máster de Escritura Creativa en Español de la Universidad de Nueva York.


jueves, 25 de octubre de 2012

El cuento: origen y desarrollo (141) por Roberto Brey


141

Ueda Akinari y su época

El Japón en la época de Ueda Akinari, se estaba modificando. De la euforia artística y literaria se pasó a una política muy centralista, que llegó a vedar el intercambio con el exterior. Sucesivos decretos fueron cerrando las puertas de Japón al mundo exterior (edictos de 1633, 1634, 1635, 1636 y 1639) hasta el punto que quedó prohibida la salida de japoneses del país y la entrada de todo extranjero; durante la mayor parte del periodo Edo (1615-1868) únicamente se permitió la actividad comercial con chinos y holandeses, en la isla artificial de Deshima, en el puerto de Nagasaki.
El absolutismo y el aislamiento tuvieron efectos considerables en la sociedad y mentalidad japonesas, que aún hoy persisten.

El escritor Ueda Akinari (1734-1809), produjo varias obras sobre historias góticas que se llamaron Ugetsu monogatari, Relatos de la luz de la luna y la lluvia (1776). Esta obra está considerada cumbre en el género de lo fantástico y sobrenatural de la literatura clásica japonesa. Esta colección de cuentos transmite un fuerte interés por el hombre que en algún momento podrá transformarse en dios o demonio. Se perciben allí los diversos semblantes del egoísmo y de la virtud humana, fluctuando en una atmósfera alucinante; pero al mismo tiempo se advierte que los elementos fantásticos que se manejan no están concebidos como fines, sino que hay en ellos una enunciación plausible de cómo vive y debe vivir el hombre.
Según cuenta el pintor, escritor y traductor de origen argentino Kazuya Sakai (1927-2001):
“Ueda Akinari es autor de las historias de misterio y suspenso más logradas de la literatura clásica japonesa. A lo largo de su vida fue próspero comerciante, poeta, filólogo y erudito en los clásicos japoneses, esteta y médico. En su obra se reveló como un hombre intuitivo e imaginativo, dueño de un humor profundo y a veces sombrío que le hizo ser implacable en sus cuentos ante la bajeza y vulgaridad humanas. Sus primeras obras Cuentos mundanos sobre las diversas habilidades (1766) y Caracteres mundanos de las concubinas (1767) se inscriben en la tradición de Saikaky y Ejima Kiseki y constituyen dos de los mejores ejemplos del género ukiyo-zoshi (cuentos del mundo flotante). Con Cuentos de lluvia y luna creó el antecedente del yomi-hon o Libros de lectura que luego llegaron a convertirse en la corriente principal de la novelística japonesa. En 1793 se trasladó a Kyoto, donde escribió Crónicas de audacia y timidez (1808) y la antología de cuentos, que nunca llegó a publicar Cuentos de la lluvia de primavera.”
“Igualmente interesante es conocer la leyenda que originó la enfermedad de Akinari y el insólito clima sobrenatural en que estuvo envuelto. Parece ser que el padre adoptivo, afligido por el grave estado en que se encontraba el niño, acudió a rezar al templo sintoísta Inari, y allí, cuando en medio de la meditación quedó adormecido, tuvo una visión en la que el dios le predecía no sólo la salvación del niño, sino que su vida se prolongaría hasta los 67 años. (…) Inari es el dios protector de los comerciantes, en especial de los que trafican con aceite, pues la leyenda popular lo muestra como la encarnación de un zorro, animal aficionado al aceite y al alimento frito. Y esa podría ser una razón para que Akinari, que hiciera desfilar toda clase de seres hechizados o sobrenaturales en Ugetsu monogatari, se abstuviera de mencionar al zorro, animal predilecto de los cuentos fantásticos japoneses”. Sakai, K. Introducción, en Akinari, U (2002). Cuentos de Lluvia y de Luna. Madrid: Trotta, pp. 23-24.

U. Akinari aparece para muchos como un rupturista tanto como un revitalizador en el género “fantástico” de las antiguas tradiciones literarias del monogatari (Taketori monogatari, Cuentos del viejo cortador de bambú; Genji monogatari, Los Cuentos de Genji; Heike monogatari, Cuentos del clan de los Taira). También se inspira, a través de su contemporáneo Tsuga Teishō (su guía medicinal), en las novelas chinas pai hua de la dinastía Ming (s. XIV-XVII) y en la tradición japonesa de las narraciones de misterio.
Es que Akinari se aplicó a los llamados estudios “nacionales” (Kokugaku), una corriente intelectual y literaria de restauración de la identidad nacional basada en los estudios filológicos de obras como el Kojiki (Crónicas de las cosas antiguas, siglo VIII) y el Manyōshū (Colección de las diez mil hojas, siglo VIII).
“La Creación de la Escuela de Estudios nacionales fue acompañado de un retorno al Shintō en cuanto fuente del pensamiento netamente japonés. La vuelta a las raíces sintoicas significaba una reivindicación del espíritu nacional que, según los patrocinadores de esta nueva tendencia, había quedado profanado con la introducción de religiones extranjeras como eran el budismo, el confucianismo, el taoísmo y, por supuesto, el cristianismo.
La diferencia entre los patrocinadores de esta escuela y los defensores de los Estudios clásicos estaba en que éstos se dedicaban al estudio de los libros de Confucio o autores anteriores, mientras que  aquellos abominaban de las religiones venidas de fuera y centraban su atención únicamente en las fuentes de la mitología japonesa”.
(González Valles, J (2002). Historia de la filosofía japonesa. Madrid: Tecnos, pp. 169-170).

U. Akinari manifestó incluso su interés por recobrar, a través de los estudios lingüísticos y creaciones literarias, el antiguo halo cultural japonés. Como heredero de una larga y fecunda tradición, en los Ugetsu monogatari adopta una nueva perspectiva en torno a lo sobrenatural, donde sobre los antiguos motivos agrega refinamientos y variantes temáticas de avanzada.
Los estudiosos japoneses han dirigido siempre sus esfuerzos a establecer la correlación entre la personalidad de Ueda Akinari y la naturaleza de sus cuentos, tratando de explicar en qué medida estos son reflejo literario de la visión, el carácter y la psicología del autor, de su creencia en los sobrenatural y de su propensión al misantropismo, y por qué hubo de ser Ueda Akinari y no otro el que escribiera las historias de horror y suspenso más logradas de la literatura clásica japonesa. En cierto modo, para algunos estudiosos Ueda Akinari es uno de esos autores que invitan a asociar su idiosincrasia con la aparente afición a los temas morbosos y fantásticos, y reclaman el conocimiento de ciertos aspectos de su vida privada y de su actividad como filólogos como parte de las complejas motivaciones que los llevaron a adentrarse en un terreno en el cual los límites del mundo exterior, concreto, se funden hondamente en el tiempo y en el espacio, con el otro mundo de la imaginación, de lo supranatural, y de la fantasía. 

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miércoles, 10 de octubre de 2012

“Silencio por sangre”: la investigación sobre Papel Prensa

“¡Firmá o te mato!”

La contundente expresión con que empieza el libro “Silencio por sangre”, de los periodistas Daniel Cecchini y Jorge Mancinelli, es elocuente y refleja su estilo y contenido. Tanto, que le hace decir a otro periodista, Eduardo Anguita, en el prólogo: “es, sin duda, un thriller. Tiene la tensión del relato de hechos reales que reclamaba Rodolfo Walsh y, además, cada frase contiene un dato y cada párrafo un concepto. Lo dramático es que, como otras grandes investigaciones periodísticas, nos pone de cara a la impunidad y la voracidad de los grupos de poder económico cuando están asociados con las peores formas de autoritarismo político.”

El libro, que fue publicado por editorial Miradas al Sur hace dos años y que cobra mayor actualidad ahora que el Grupo Clarín debe adecuarse a la ley de medios, relata cómo la empresa Papel Prensa, creada en la década del ’60 como una alternativa para contar con papel de diario fabricado en el país, se transformó en el preciado botín que permitió un acuerdo cuasi mafioso entre la dictadura militar de 1976 y tres grandes diarios argentinos.

“Silencio por sangre” cuenta los entretelones de la empresa, de qué manera las acciones pasaron por las manos de Civita, Graiver y más de 300 accionistas después, para quedar en poder de Clarín, La Nación y el gobierno de Videla en 1977, y convertirse hasta ahora en el arma estratégica que permitió avanzar y consolidarse a los dos grandes diarios argentinos, destruyendo o neutralizando competidores y dominando en forma total el mercado editorial.

Pero nada mejor que el lector mismo pueda evaluar el estilo y las características de esta investigación, que no fue sencillo realizar hasta hoy (aunque existen valiosos antecedentes parciales), cuando se cuenta con nuevos testimonios, documentos que salen de sus escondites y una acción judicial que parece avanzar sin pausa en el camino hacia la verdad. Por eso es interesante conocer cómo son los primeros párrafos de la obra...

“¡Firmá o te mato!”

La mujer –joven, recientemente viuda, madre de una niña pequeña- sabía que no acababa de escuchar una amenaza vana. Corría marzo de 1977 y allí donde estaba, la gente moría, la mataban. Lo había visto. Lo había escuchado a través de las paredes. A ella también podía pasarle si no firmaba los malditos papeles. Y si los firmaba, quizá también. Podían ejecutarla, o torturarla hasta la muerte. Su propio cuerpo le gritaba que no faltaba mucho, que tal vez no resistiera la próxima sesión de picana, de submarino, de lo que el capricho de los señores de la vida y de la muerte decidiera.

“¡Firmá, impura, o te mato!”

Allí no tenía otro nombre. Desde la misma noche de su secuestro la habían empezado a llamar así: “La impura”. Se había casado con un judío, y eso no se lo perdonaban. Era psicóloga, una profesión subversiva, y eso tampoco ayudaba. Le peguntaban por personas, lugares, encuentros y otras cosas, y ella casi nunca sabía las respuestas. Pero no estaba allí por eso. Lo que querían era otra cosa: que firmara la sesión de las acciones de la empresa productora de papel de diarios que había sido de su marido y que, tras la muerte de éste en un accidente aéreo, les pertenecían a ella y a su hija. Por eso también estaban secuestrados, desaparecidos para todos, su suegra, su suegro y otros miembros de su familia.

“¡Firmá, carajo, firmá o te mato!”

Devuelta a la oscuridad de su celda de Puerto vasco, la frase seguía retumbando en los oídos de Lidia Papaleo de Graiver. Sabía que estaba al límite de sus fuerzas: tenía los pechos y el abdomen destruidos por las torturas; los golpes en la cabeza la tenían en un permanente estado de confusión. Lo que más la desesperaba era no saber dónde ni con quiénes estaba maría Sol, su hija de un año.
(…)

viernes, 5 de octubre de 2012

El cuento: origen y desarrollo (140) por Roberto Brey


140

Cultura y sociedad del Japón
(continuación)

El periodo Edo
(1603 – 1897)

Tokugawua Leyasu, llegó al poder y estableció su gobierno en 1603, en Edo, el Tokio de la actualidad. La estructura política, que imitaba a la de Shogunat de Kamakura, será sin embargo más sistemática y estaba concebida para controlar de cerca de los señores locales. Es la razón principal por la que el periodo Edo duró 260 años.

En 1633, todos los pueblos abiertos al comercio internacional se cerraron, a excepción de Nagasaki donde los holandeses y los chinos estaban autorizados a comerciar. Su presencia estaba estrictamente limitada a un pequeño distrito de la ciudad. Este era el único punto a través del cual los japoneses podían percibir lo que sucedía en el mundo. Durante este tranquilo periodo, las diversiones de cualquier tipo estaban muy de moda. El teatro Kabuki y el tallado de madera agradaban al público. La calidad de las mercancías de porcelana, los brocados en seda y las lacas mejoraron. Sin embargo, a mediados del siglo XIX, los desarrollos de la economía y el comercio, de una cultura y de un modo de vida urbano muy sofisticados pondrán en evidencia el carácter anticuado del sistema feudal adoptado por el Shogunat de los Tokugawa.

En este periodo emergieron dos figuras muy importantes en la prosa: Ihara Saikaku (1642-1693) que retrataba de forma realista la vida de los mercaderes de Osaka (su realismo lo llevó a estar a punto de ser quemado en la hoguera) hizo una recopilación del amor entre samuráis en la obra “Danshoku Okagami” (cuyo título en español se ha traducido como "Historias de amor entre samuráis" o "Historias gloriosas del amor viril") (ver http://www.sprensalibre.com.ar/index.php?id=4067); y Chikamatsu Monzaemin (1653-1724) que escribió joruri, (como ya se vio, una forma de contar historias con canciones) y obras kabuki (pero con marionetas).

En un texto publicado por la Editorial Trotta, de España, se explica: “Chikamatsu escribió alrededor de 150 obras para títeres, de las cuales muchas fueron adaptadas para el teatro Kabuki. Erróneamente conocido como el "Shakespeare Japonés", sus obras son las primeras en el mundo en desarrollarse alrededor de historias de la gente del común. Los amantes suicidas de Amijima son marionetas que representan la vida y el amor de Jihei, comerciante de Osaka, y Koharu, su geisha. La obra está ambientada a finales del siglo XVII, momento en que la cultura del pueblo florece con su máximo esplendor en el género del teatro kabuki y joruri. El recitador hace de narrador y da voz a los personajes. La música de shamisen sirve de acompañamiento y los manipuladores mueven unas marionetas casi tan grandes como ellos mismos. El sentido simbólico de los muñecos para el teatro está plenamente potenciado. Es la tragedia de una pareja con un amor imposible que termina en un doble suicidio presentado en un estilo bello y, al mismo tiempo, escalofriante. Los amantes suicidas de Amijima, la obra más importante de Chikamatsu, es su primera pieza traducida al español.”

La poesía y el Haiku

A Matsúo Basho (o a la occidental: Basho Matsúo) 1644-1694,  se lo considera el verdadero padre del haiku. Devoto del Zen desde 1681, fue una personalidad serena y religiosa, un verdadero itinerante, para el que el haiku fue un camino de perfección.
      Algunas de sus enseñanzas fueron:

—No sigas las huellas de los antiguos. Busca lo que ellos buscaron.

—Los versos que algunos componen están excesivamente elaborados y pierden la naturalidad que procede del corazón.

—El verdadero jokku no debe ser una amalgama de diversas cosas, sino oro batido.

—El valor de la poesía es corregir las palabras ordinarias. Nunca debemos tratar las cosas descuidadamente.

—Los pensamientos que existen en mi corazón sobre la belleza de las cosas de cada estación son tan numerosos como las arenas de una playa.   
     
Años más tarde Yosa Buson (1716-1784) se convirtió en uno de los más famosos escritores de haiku (consiste en un poema breve de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas o moras respectivamente, según interpretaciones y traducciones), obras breves que retratan fundamentalmente los sentimientos frente a la naturaleza.

Algunos de los más conocidos haiku de Matsúo Basho:

La rama seca
Un cuervo
Otoño-anochecer.

El estanque antiguo
Salta una rana
El ruido del agua.

Hasta un caballo
Mis ojos se detienen en ello
Nieve por la mañana.

Un año ha pasado
Una sombra de viajero en mi cabeza
Sandalias de paja a mis pies.

El tema de las letras japonesas tiene un interesante desarrollo en el ensayo de Octavio Paz, "Tres momentos de la literatura japonesa", que puede leerse en: http://www.terebess.hu/english/haiku/paz.html

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